MELIBEA.- ¡Cariño mío! Si me quieres tanto como yo a ti, comprendo cómo sufres. ¡Dios mío, si me quieres, deja que lo vea!
(Entra Celestina)
CELESTINA.- Podrás verle y hablar con él.
MELIBEA.- ¿Hablarle? Ojala.
CELESTINA.- Si los dos os queréis ver, claro que podéis.
MELIBEA.- ¿Cuándo?
CELESTINA.- Esta noche.
MELIBEA.- ¡Qué bien! ¿A qué hora?
CELESTINA.- A las doce.
MELIBEA.- Ves y díselo a Calisto, amiga, que esta noche lo pasaremos bien juntos.
CELESTINA.- Sí que me tendría que ir o me verá tú madre.
MELIBEA.- Lucrecia, amiga, esta noche vigilarás que no nos descubran mientras mi amor y yo nos dejamos llevar por la pasión.
LUCRECIA.- Melibea, yo té encubría mucho antes que ahora. Te notaba enamorada, en tú forma de hablar, en lo nerviosa que estabas, en que no dormías ni comías y en tú comportamiento en general. Pero me callé por miedo. Y ahora ya sólo puedes escoger o amar a Calisto o morir de amor. Tú decides.
(Entra la madre de Melibea, Alisa)
ALISA.- ¿Qué haces tú aquí?
CELESTINA.- He venido a traer lo que faltaba de tú pedido, pero ya me iba. Adiós .
ALISA.- Adiós. Melibea, ¿Qué quería la vieja?
MELIBEA.- Venderme más cosas.
ALISA.- Eso pensaba, pero vigila, hija, porque de ésta no podemos esperar nada bueno, ¡pues menuda es! Es una timadora y una ladrona. Siempre te confunde con sus malvadas intenciones. No andes con ella, que la gente empezará a hablar.
LUCRECIA.- Has llegado tarde… (Tono irónico y aparte).
ALISA.- Prométeme, Melibea, que si vuelve esta vieja por aquí no le harás caso y no la atenderás . Así dejará de venir a molestar constantemente.
MELIBEA.- Gracias por el consejo, yo ya sé lo que me hago.
No hay comentarios:
Publicar un comentario